¡Transfiguración!

¡Transfiguración!
¡Ven Señor Jesús!

jueves, 17 de junio de 2010

Fe y razón no se excluyen y juntas permiten llegar a Dios, recuerda el Papa Benedicto XVI

HERMANOS TERCIARIOS:

Presentamos a Ustedes una noticia que fue publicada por el extraordinario medio de noticias ACI-Prensa, se trata de una reflexión más de Su Santidad Benedicto XVI, nuestro amado "Papa de la Razón", quien diserta precisamente sobre ese exquisito tema continuando la línea de "Fides et Ratio". Por su importancia en la construcción del pensamiento cristiano de la última época, transcribimos la noticia completa a fin de poder entresacar las nutridas lecciones del Papa.

VATICANO, 16 Jun. 10 / 09:34 am (ACI)

En su habitual
catequesis de la Audiencia General de este miércoles, el Papa Benedicto XVI continuó la reflexión sobre Santo Tomás de Aquino, conocido como el "Doctor Angélico" de quien dijo es un ejemplo de la necesaria relación y complementariedad entre fe y razón, entre la filosofía y la teología que permiten llegar a la verdad y así a Dios.

Tras recordar que este Santo es Patrono de las universidades católicas, el Santo Padre señaló que Tomás de Aquino se centra en la distinción entre filosofía y teología, porque en su época, a la luz por una parte de la filosofía aristotélica y platónica y por otra de la elaborada por los Padres de laIglesia, "la cuestión acuciante era si el mundo de la racionalidad, la filosofía pensada sin Cristo y el mundo de la fe eran compatibles o se excluían".

"Tomás estaba firmemente convencido de su compatibilidad, más aún de que la filosofía elaborada sin conocer a Cristo esperaba casi la luz de Jesús para ser completa. Esta fue la novedad de Tomás, que determina su camino de pensador: Mostrar la independencia de la filosofía y teología y al mismo tiempo su relación".

Para el Santo "la fe consolida, integra e ilumina el patrimonio de verdad que la razón humana adquiere. La confianza que Santo Tomás concede a estos dos instrumentos de conocimiento –la fe y la razón– se remonta a la convicción de que ambos provienen de la única fuente de toda verdad, el Logos divino, que opera tanto en el ámbito de la creación como en el de la redención".

Una vez establecido este principio de la razón y la fe, Santo Tomás precisa que se avalen de procesos cognitivos diversos: "La razón acepta una verdad en virtud de su evidencia intrínseca, mediata o inmediata, la fe, en cambio, acepta una verdad sobre la base de la Palabra de Dios revelada".

"Esta distinción garantiza la autonomía sea de las ciencias humanas que de las ciencias teológicas. Sin embargo, esto no equivale a una separación, sino que implica más bien la cooperación recíproca. La fe, de hecho, protege a la razón de toda tentación de desconfianza en su capacidad y la estimula a abrirse a horizontes cada vez más amplios".

Por otra parte, "la razón con sus medios puede hacer algo importante para la fe, prestándole un tripe servicio que Santo Tomás resume así: ‘Demostrar los fundamentos de la fe, explicar mediante semejanzas las verdades de la fe, rechazar las objeciones que se plantean en contra de la fe. Toda la historia de la teología es, después de todo, el ejercicio de este esfuerzo de inteligencia, que demuestra la inteligibilidad de la fe, su articulación y armonía interior, su racionalidad y su capacidad para promover el bien del hombre’".

"La exactitud de los razonamientos teológicos y su significado cognitivo real se basan en el valor del lenguaje teológico, que es, según Santo Tomás, sobre todo un lenguaje de la analogía". La analogía reconoce en el mundo creado y en Dios perfecciones comunes y Tomás fundamenta su doctrina de la analogía, "además que con argumentos filosóficos, con el hecho de que con la Revelación Dios mismo ha hablado y por ello nos ha autorizado a hablar de Él".

El Papa resaltó la importancia de esta doctrina, que "nos ayuda a superar algunas objeciones del ateísmo contemporáneo, que niega que el lenguaje religioso tenga un sentido objetivo, y argumenta en cambio que sólo tiene un valor subjetivo o emocional. A la luz de las enseñanzas de Santo Tomás, la teología afirma que aunque el lenguaje es limitado, tiene un significado religioso, como una flecha que apunta a la realidad que eso significa".

También su teología moral resulta de gran actualidad, cuando afirma que "las virtudes humanas, teologales y morales están arraigadas en la naturaleza humana" y que "la gracia divina acompaña, apoya y fomenta el compromiso ético, pero, de acuerdo con Santo Tomás, de por sí todos los hombres, creyentes y no creyentes, están llamados a reconocer las exigencias de la naturaleza humana, que se expresan en la ley natural y a inspirarse en ella a la hora de formular leyes positivas, es decir las emanadas por las autoridades civiles y políticas para regular la convivencia humana".

"Cuando se niegan la ley natural y las responsabilidades que conlleva se abre trágicamente el camino al relativismo ético en el ámbito individual y al totalitarismo del Estado en ámbito político. La defensa de los derechos humanos universales y la afirmación del valor absoluto de la dignidad humana se basan en un fundamento ¿No es la ley natural ese fundamento, con los valores no negociables que indica?".

Finalmente el Santo Padre señaló que "Tomás nos ofrece un concepto de la razón humana amplio y confiado: amplio porque no se limita al espacio de la denominada razón empírico-científica, sino abierto a todo el ser y por lo tanto a las cuestiones fundamentales e irrenunciables de la vida humana; confiado porque la razón humana, sobre todo si acoge la inspiración de la fe cristiana, es promotora de una civilización que reconoce la dignidad de la persona, la inviolabilidad de sus derechos y la convicción de sus deberes".

En su saludo en español, el Papa Benedicto se dirigió de manera especial a los peregrinos de la Arquidiócesis de Bogotá, así como a los venidos de España, Nicaragua, Costa Rica, México y otros países latinoamericanos. Os invito a pedir a Dios por los que cultivan las ciencias sagradas para que, tras las huellas de Santo Tomás de Aquino, las estudien con constancia y las enseñen con fidelidad, imitando también el ejemplo de su vida santa. Muchas gracias".

viernes, 11 de junio de 2010

Sagrado Corazón de Jesús... ¡en vos confío!

Corazón Sagrado de mi amado Jesús: yo, aunque vilísima criatura, os doy y consagro mi persona, vida y acciones, penas y padecimientos, deseando que ninguna parte de mi ser me sirva si no es para amaros, honraros y glorificaros. Esta es mi voluntad irrevocable: ser todo vuestro y hacerlo todo por vuestro amor, renunciando de todo mi corazón a cuanto pueda desagradaros.

Os tomo, pues, oh Corazón divino, por el único objeto de mi amor, protector de mi vida, prenda de mi salvación, remedio de mi inconstancia, reparador de todas las culpas de mi vida; y asilo seguro en la hora de mi muerte. Sed, pues, oh Corazón bondadoso, mi justificación para con Dios Padre, y alejad de mi los rayos de su justa cólera. Oh Corazón amoroso, pongo toda mi confianza en vos, pues aunque lo temo todo de mi flaqueza, sin embargo, todo lo espero de vuestra misericordia; consumid en mi todo lo que os desagrada y resiste, y haced que vuestro puro amor se imprima tan íntimamente en mi corazón, que jamás llegue a olvidaros ni a estar separado de vos. Os suplico, por vuestra misma bondad, escribáis mi nombre en vos mismo, pues quiero tener cifrada toda mi dicha en vivir y morir como vuestro esclavo. Amén.

domingo, 23 de mayo de 2010


Ven, Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos el fuego de tu santo amor.

V./ Envía Señor tu Espíritu y todo será creado.
R./ Y se renovará la faz de la tierra.

Oremos:

Oh Dios, que has iluminado
los corazones de tus hijos
con la luz del Espíritu Santo;
haznos dóciles a sus inspiraciones,
para gustar siempre el bien
y gozar de su consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén.

Señor haz que siempre acompañe
a tu familia franciscana
aquella Luz sublime
que le regalaste en Las Esteras.

jueves, 29 de abril de 2010

SOBRE EL SACERDOCIO

En un mundo que hoy intenta socavar el sacerdocio cristiano hemos de dejar asentada nuestra posición, en este caso como terciarios; el tema de la naturaleza sacerdotal es competencia sólo de la Iglesia de la que forman parte los fieles comprometidos; así el sacerdocio es algo más amplio de lo que el mundo cree y se presenta en dos modos. El primero es explicado en el Catecismo de la Iglesia Católica donde se lee:

1120. El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial (LG 10) está al servicio del sacerdocio bautismal. Garantiza que, en los sacramentos, sea Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor de la Iglesia. La misión de salvación confiada por el Padre a su Hijo encarnado es confiada a los Apóstoles y por ellos a sus sucesores: reciben el Espíritu de Jesús para actuar en su nombre y en su persona (cf Jn 20,21-23; Lc 24,47; Mt 28,18-20). Así, el ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos.

Ellos administran la absolución y dispensan la Sagrada Eucaristía, presentan nuestras ofrendas y nos explican la Palabra. La naturaleza de la víctima y sacerdote que a través de ellos se ofrece al Padre justifica y exige el celibato.

Del siguiente modo del sacerdocio el Catecismo nuevamente nos ilustra:

784. Al entrar en el Pueblo de Dios por la fe y el Bautismo se participa en la vocación única de este Pueblo: en su vocación sacerdotal: "Cristo el Señor, Pontífice tomado de entre los hombres, ha hecho del nuevo pueblo ´un reino de sacerdotes para Dios, su Padre´. Los bautizados, en efecto, por el nuevo nacimiento y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo" (LG 10).

Esta condición es inherente a todos, por lo que es necesario explicitarla para proceder en consecuencia, acudamos al oficio de lectura del martes IV de Pascua, donde leemos una reflexión de San Pedro Crisólogo en que explica cómo todo buen cristiano también participa, en otro modo, de la altísima dignidad del sacerdocio de Jesucristo Nuestro Señor.


SEGUNDA LECTURA


De los Sermones de san Pedro Crisólogo[1], obispo


Os exhorto por la misericordia de Dios. Pablo, o, mejor dicho, Dios por boca de Pablo, nos exhorta porque prefiere ser amado antes que temido. Nos exhorta porque prefiere ser padre antes que Señor. Nos exhorta Dios, por su misericordia, para que no tenga que castigarnos por su rigor.


Oye lo que dice el Señor: «Ved, ved en mí vuestro propio cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestros huesos, vuestra sangre. Y si teméis lo que es de Dios, ¿por qué no amáis lo que es también vuestro? Si rehuís al que es Señor, ¿por qué no recurrís al que es padre?


Quizás os avergüence la magnitud de mis sufrimientos, de los que vosotros habéis sido la causa. No temáis. La cruz, más que herirme a mí, hirió a la muerte. Estos clavos, más que infligirme dolor, fijan en mí un amor más grande hacia vosotros. Estas heridas, más que hacerme gemir, os introducen más profundamente en mi interior. La extensión de mi cuerpo en la cruz, más que aumentar mi sufrimiento, sirve para prepararos un regazo más amplio. La efusión de mi sangre, más que una pérdida para mí, es el precio de vuestra redención.


Venid, pues, volved a mí, y comprobaréis que soy padre, al ver cómo devuelvo bien por mal, amor por injurias, tan gran caridad por tan graves heridas.»


Pero oigamos ya qué es lo que os pide el Apóstol: Os exhorto -dice-, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos. Este ruego del Apóstol promueve a todos los hombres a la altísima dignidad del sacerdocio. A presentar vuestros cuerpos como hostia viva.


Inaudito ministerio del sacerdocio cristiano: el hombre es a la vez víctima y sacerdote; el hombre no ha de buscar fuera de sí qué ofrecer a Dios, sino que aporta consigo, en su misma persona, lo que ha de sacrificar a Dios; la víctima y el sacerdote permanecen inalterados; la víctima es inmolada y continúa viva, y el sacerdote oficiante no puede matarla.


Admirable sacrificio, en el que se ofrece el cuerpo sin que sea destruido, y la sangre sin que sea derramada. Os exhorto -dice-, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva.


Este sacrificio, hermanos, es semejante al de Cristo, quien inmoló su cuerpo vivo por la vida del mundo: Él hizo realmente de su cuerpo una hostia viva, ya que fue muerto y ahora vive. Esta víctima admirable pagó su tributo a la muerte, pero permanece viva, después de haber castigado a la muerte. Por esta razón, los mártires nacen al morir, su fin significa el principio, al matarlos se les dio la vida, y ahora brillan en el cielo, cuando se pensaba haberlos suprimido en la tierra.


Os exhorto -dice-, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa. Es lo que había cantado el profeta: No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo.


Sé, pues, oh hombre, sacrificio y sacerdote para Dios; no pierdas lo que te ha sido dado por el poder de Dios; revístete de la vestidura de santidad, cíñete el cíngulo de la castidad; sea Cristo el casco de protección para tu cabeza; que la cruz se mantenga en tu frente como una defensa; pon sobre tu pecho el misterio del conocimiento de Dios; haz que arda continuamente el incienso aromático de tu oración; empuña la espada del Espíritu; haz de tu corazón un altar; y así, puesta en Dios tu confianza, lleva tu cuerpo al sacrificio.


Lo que pide Dios es la fe, no la muerte; tiene sed de tu buena intención, no de sangre; se satisface con la buena voluntad, no con matanzas.


Hasta aquí la lección del Doctor de la Iglesia que para los terciarios abunda el sentido de la penitencia que nos inculca NSP San Francisco de Asís, y para los que asumimos el compromiso bautismal sólo nos resta decir ante la ola de ataques hacia el sagrado orden sacerdotal:


Mundo… ¡NO pasarás!... ¡TODOS SOMOS SACERDOTES!

[1] Eminentísimo Doctor de la Iglesia famoso por su prédica ungida, de ahí Crisólogo: "orador áureo, excelente". Nació alrededor del año 380 en Imola, en la Emilia, y entró a formar parte del clero de aquella población. El año 424 fue elegido obispo de Ravena, e instruyó a su grey, de la que era pastor celosísimo, con abundantes sermones y escritos. Murió hacia el año 450. (www.corazones.org)

martes, 27 de abril de 2010

A nuestros Sacerdotes, que nos alimentan con el Pan Vivo bajado del Cielo y con su Sangre que nos redimió. Y a través de quienes Cristo, Sacerdote Eterno, nos perdona nuestros pecados. Con gratitud a su oblación.

¡Tiemble el hombre todo entero, estremézcase el mundo todo, y exulte el cielo cuando Cristo, el Hijo de Dios vivo, se encuentra sobre el altar en manos del sacerdote!

San Francisco de Asís -Carta a toda la Orden.

ODA SACERDOTAL

por Fray Jerónimo Verduzco, ofm

Compromiso de ser más que de hacer,

tu nombre.


Arder en plenitud

y asir la soledad ungida de reproches.

Cumplirte y completarte, pero no en el abrazo ni en el acorde;

porque la Cruz te espera con los brazos abiertos

y el celo te devora como azul llama insomne.


Sellado con Su sello, ya no hallarás quietud;

ya para siempre –en júbilo o en llanto-, el sacerdote,

el pasto y el pastor de las ovejas, la voz en el desierto

y el padre de los pobres.


Víctima con la Víctima cada día en el Calvario,

te inmolas inmolando –hombre para los hombres-,

el mismo altar, y el mismo sacrificio,

y la misma inocencia y los mismos ardores.


Palpas el eco exangüe del silencio,

para que otros escuchen Su Voz en otras voces:

¡Urgencia de irradiar, sílaba a sílaba, la Música del Padre!

¡Oh silencio Palabra en cada grito sordo de acallados redobles!


Caminas entre sombras

inundando de sol el cauce de otras noches.


Mueres para vivir y hacer vivir: aleteo de palomas

en la triste carcoma de otros huesos sin nombre.


Navegas en la sed, para que otros apaguen,

en fuentes de agua viva, su nostalgia de dioses.


No ser para ti mismo: ser para los demás, amigos y enemigos,

el siervo, el padre, el hombre.


Príncipe, taumaturgo y profeta cada día transustancias

la espiga en otro Grano y el vino en otros Odres:

¡por ti baja a nosotros, fraternal, eucarístico, auténtico,

Su Cuerpo de esponsales y Su Sangre vertida en oblaciones!


Venir, mas no para quedarte;

porque tu vida es revestir el aire de cenzontles;

es deshojar las rosas en las rutas del tiempo

y libar el perfume hasta los bordes;

es tender al herido la mano en el camino

y es erigir el júbilo del Mensaje de los pobres;

es ir hacia Su Padre y Nuestro Padre, la cruz sobre los hombros

y las manos heridas por puñales de adioses.


Compromiso de ser más que de hacer,

tu nombre.

Casa de la Orden Franciscana Seglar.

Méjico, Tlalpan, D.F.

Año del Señor de 1977.

viernes, 26 de febrero de 2010

A propósito del libro Jesús de Nazareth de S.S. Benedicto XVI. -reflexiones desde la terciaridad-

Este nuevo documento acerca del Señor Jesús constituye una valiosa contribución desde el rigor del magisterio de la Santa Iglesia. Según manifiesta el autor en su presentación, el documento estudia al Jesús histórico, desde un enfoque histórico crítico, y trasciende los límites propios del método al iluminar con la fe los hallazgos de la razón.[1] Él comenta, y coincidimos plenamente, que la figura del Señor ha atravesado por diversas especulaciones a través de los últimos cincuenta años con el factor común de intentar reconfigurarle hacia perfiles y personalidades en los que priman las proyecciones existenciales[2] de cada autor. En esas tareas de reinvención coincide la idea común de desacralizarle para justificar puntos de vista y actitudes distantes y opuestas a su divina enseñanza.

Esta tendencia iconoclasta representa, y halla eco, en diversos sectores sociales de acuerdo a la legitimación de conductas voluntariosas por fuera de los cauces morales. Ante ello, acometer contra la fe supone un alivio, a propósito de acallar la amonestación del pecado. No es extraño que hoy se censure a la Santa Iglesia por exigir[3] el respeto a la vida y a la dignidad humanas, y esa actitud está desenlazando en un nuevo formato de persecución, aún más pernicioso que el físico, pues ahora se trata de las ideas, acallando y descalificando la voz de la Iglesia, llegándose al absurdo de decir que no son asuntos que le competan; esta nueva tendencia rayana en la idiocia aprovecha un rasgo fundante de lo posmoderno: el pensamiento débil, con lo que se cautiva al incauto que ahora celebra estar limpio de toda culpa. Con ello atestiguamos que el mal ha refinado sus recursos.

Y es que el procedimiento de esta “nueva era” se funda precisamente en desmantelar la responsabilidad ante Dios negando la generosa inserción de Él en la historia a fin de liberar la vida temporal, todo esto con el propósito de seguir al placer como guía y fin de la acción moral; influido por esta condición, el creyente tenderá a aplazar el reconocimiento de su compromiso por tiempo o situación indefinidos, pues el discurso contemporáneo propone que toda conducta está más allá del bien y el mal, con lo cual se relativizan todos los actos humanos. Dentro de esta época posmoderna destaca como rasgo la disolución del sentido de las palabras, y son los términos graves, aquellos que atañen a la responsabilidad, los que se busca sustituir para mitigar su contundencia y consecuente obligatoriedad.

La Vida del Señor ya no es meditada, más aún, es remplazada por escenas inventadas con las que se alude a lo romántico y placentero, llegando en ocasiones a la blasfemia. La Pasión y la Cruz misma, metas superiores del cristiano, son vistas como anhelos desquiciados. En Primera de Corintios 1,18 la Escritura dice: “Pues la predicación de la cruz es una necedad para los que se pierden; mas para los que se salvan -para nosotros- es fuerza de Dios.” Si así sucede con el signo de la Salvación resulta claro que hoy mismo, hablar de pecado y lo penitencial, infierno y pena eterna, han supuesto cautela y tiento, incluso en algunos púlpitos, con lo que deducimos que las acometidas del mundo han servido a sus fines.

Por todo ello, la Iglesia es vista como una institución incómoda para los que quieren decirse cristianos y viajar al margen de todo compromiso con el Señor Jesús; y es que en la misión de ella no sólo está el creyente sino también el cuidado de la moral del ámbito social como escenario temporal de la Salvación. Es más, ni la misma Iglesia, detentora de la Palabra, puede modificar la enseñanza, moralmente no puede, ni debe hacerla evolucionar conforme cambia el hombre, porque a ella le fue encomendada la vida en toda su amplitud, en otras palabras, la vida cristiana que trasciende la historia y se finca en la eternidad. Al respecto NSP San Francisco de Asís nos enseña: “Breve es el deleite del mundo, pero la pena que le sigue después es perpetua. Pequeño es el padecer de esta vida, pero la gloria de la otra vida es infinita.”[4]

Estos intentos de silenciar a la conciencia en su proclamar son historia consuetudinaria, pero hoy se recargan en el auspicio de la mayoría de los medios de comunicación quienes han colaborado en la trivialización del sentido sagrado de Jesús de Nazareth y de su Magisterio. Está visto que son tan incisivos y constantes los embates hacia Él, y tan celebrados por agnósticos y débiles creyentes, que para muchos su figura es una composición extravagante de múltiples personalidades o facetas en las que prima siempre la destrucción de su divina identidad. A la enseñanza de Jesús los grandes medios de comunicación oponen -según resume su Santidad Benedicto XVI- el fomento de: “…una mentalidad y cultura caracterizadas por el relativismo, el consumismo y una falsa y destructiva exaltación, o mejor profanación, del cuerpo y de la sexualidad."[5]

En esta mundanización incitada se acogen conductas impropias en las que la noción de pecado se ha disuelto, pues la sociedad ha sido contaminada por una condición tantas veces definida como relativismo[6]. Esta actitud se enraíza en la apertura de una oferta hedonista que contiene multitud de variantes y accesos, y es presentada provocativamente seduciendo al marco de instintos y anhelos, sin reconocer a la persona humana, sino a un consumidor del producto. Las propuestas son mediatizadas para que se incuben en el ánimo del pueblo y, para activarlas, la meta es adormecer la conciencia, acallar el escrúpulo y negar la redención. Así, sin horizonte divino, se fomenta la cultura de la inmediatez y de la gratificación efímera conducentes hacia un vaciamiento existencial donde queda el alma exhausta y desesperanzada.

Tampoco ha de aceptarse que esto sorprenda a un cristiano formado en su fe pues esto estaba previsto; como muestra veamos la segunda carta a Timoteo 4,1-4 que presentamos textualmente: “Te conjuro en presencia de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino:

Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina.

Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas.”

Y es que esta exigencia de la Sagrada Escritura ha de cumplirse celosamente pues hoy atestiguamos los formatos extravagantes que propone la llamada “nueva era”. En términos generales conduce hacia la conformación de espiritualismos sincréticos, donde cada quien, digamos así, “diseña” su propio y muy personal marco de creencias, incorporando por conveniencia (recordemos la atmósfera relativista–hedonista que impregna al mundo) tales o cuales porciones doctrinales de diversa procedencia que, en muchos casos, hasta son incompatibles. Así, el diseño de mi hedonismo es la nueva idolatría que nos envuelve.

Para el cristiano existen riesgos mayores, pues ha de cuidarse de uno auspiciado por la confusión contemporánea, el de Diseñar a un Cristo “conveniente”, para lo cual habría de prescindir tanto de la Iglesia que Él fundó (pues en ella resuena la verdad de la fe), como de su propia conciencia bautismal, y transitar sobre los espacios del pecado, haciendo lo que señala Hebreos 6,6: “…pues crucifican por su parte de nuevo al Hijo de Dios y le exponen a pública infamia.”

Ante estas circunstancias, el Santo Padre nos exhorta a emprender jornadas de incansable divulgación del Santo Evangelio: “La misión evangelizadora propia de la Iglesia exige, en nuestro tiempo, no solo que el mensaje evangélico se propague por doquier, sino que penetre en profundidad en las formas de pensar, en los criterios y los comportamientos de la gente. En una palabra, es necesario que toda la cultura del ser humano contemporáneo esté insuflada por el Evangelio."[7]

En el seno de la Tercera Orden Franciscana existe conciencia y atención a esta instrucción según lo presenta la siguiente disertación procedente de su Consejo Internacional: “La Iglesia, si bien está animada por una inquebrantable esperanza cristiana, no esconde su preocupación de frente a los fenómenos que hemos sumariamente recordado. Ella está comprometida a dar una respuesta profética a los desafíos de nuestro tiempo. La Iglesia sostiene que la única terapia sea la recuperación de los valores auténticamente humanos y cristianos, con la vuelta de los fieles a los propios orígenes y a la propia identidad en una óptica cristocéntrica. De esto, derivan tres consecuencias: el fortísimo nexo entre fe y realidad; la importancia de Cristo en la vida diaria; la atención constante a la correcta relación entre verdad y libertad.

Para la Orden Franciscana Seglar, la expectativa más grande es la de encontrar caminos a través de los cuales compartir este esfuerzo, esta tarea descomunal, la cual, sin embargo, necesitará de una continua re-fundación, de una vuelta a la propias raíces más auténticas, que hagan posible vivir el Evangelio y anunciarlo, sin traicionarlo y sin endulzarlo.[8]

Por ello, la obra Jesús de Nazaret, escrita desde el Magisterio por el Papa se torna en un documento trascendental y base fundamental para el estudio neotestamentario pues supone para el creyente la recuperación de la figura del Divino Maestro así como la necesaria reivindicación de la fuerza y radicalidad de su enseñanza. Nos hace ver que su Evangelio no es un catálogo de recomendaciones sino de instrucciones que, por su ascendente, no están sujetas a concesiones o a enfoques triviales que le hagan encajar en conveniencias personales temporales.

El libro además constituye un modelo de investigación y reflexión que se corresponde con el espíritu de Fides et ratio, de su santo antecesor. Es además una forma contemporánea de emprender la tarea que Cristo Jesús en la Ermita de San Damián, encomendó a San Francisco de Asís en torno a la idea de “restauración” que debe iniciar en el yo-Iglesia. Más aún, para los terciarios franciscanos es obligada la lectura de este obsequio de Su Santidad, pues además de recuperar a Nuestro Señor, hace especial mención de la Tercera Orden dentro del cumplimiento de la divina voluntad.

“Francisco no tenía intención de fundar ninguna orden religiosa, sino simplemente reunir de nuevo al pueblo de Dios para escuchar la Palabra sin que los comentarios eruditos quitaran rigor a la llamada.

No obstante, con la fundación de la Tercera Orden aceptó luego la distinción entre el compromiso radical y la necesidad de vivir en el mundo. Tercera Orden significa aceptar en humildad la propia tarea de la profesión secular y sus exigencias, allí donde cada uno se encuentre, pero aspirando al mismo tiempo a la más íntima comunión con Cristo, como la que el santo de Asís alcanzó. “Tener como si no se tuviera” (cf. 1 Co 7, 29ss): aprender esta tensión interior como la exigencia quizás más difícil y poder revivirla siempre, apoyándose en quienes han decidido seguir a Cristo de manera radical, éste es el sentido de la Tercera Orden, y ahí se descubre lo que la Bienaventuranza puede significar para todos. En Francisco se ve claramente también lo que “Reino de Dios” significa. Francisco pertenecía de lleno a la Iglesia y, al mismo tiempo, figuras como él despiertan en ella la tensión hacia su meta futura, aunque ya presente: el Reino de Dios está cerca…”[9]

Gracias a S.S. Benedicto XVI pues en estos tiempos graves resultan invaluables las palabras de aliento de Pedro al frente de nuestra Santa Madre Iglesia.

PAZ Y BIEN

[1] “…pero pretendiendo ir más allá de este método para llegar a una interpretación propiamente teológica.” Pág. 413

[2] En su acepciones, tanto de impronta biográfica como de nihilismo teórico.

[3] Labor en la que la Iglesia viaja sola en el mundo, pero además no ha de decaer en ello, en virtud del Testimonio –martyrium- que le es consustancial; en su acción la Iglesia da fe de la Verdad que detenta, pues su catolicidad es incluyente, por lo que busca, en su denuncia, disminuir distancia y dolor en el camino del que habrá de convertirse. Este atributo es exclusivo de ella y queda claro al observar que las diferentes denominaciones “cristianas” se repliegan ante los poderes estamentales, contentándose sólo con “cuidar” de sus adeptos, sin defender la fe.

[4] Florecillas. Capítulo XVIII. Cómo San Francisco reunió un capítulo de cinco mil hermanos en Santa María de los Ángeles.

[5] De su discurso a los profesores y estudiantes de los Ateneos Pontificios Romanos, Ciudad del Vaticano, 26 de Octubre del 2007.

[6] Su Santidad Benedicto XVI ha enseñado que: "el relativismo se convierte en un dogma", que hace imposible "transmitir de generación en generación algo válido"; y así la educación "tiende a reducirse a la transmisión de determinadas habilidades, o capacidades de hacer, mientras se busca apagar el deseo de felicidad de las nuevas generaciones, colmándolas de objetos de consumo y de gratificaciones efímeras". Discurso pronunciado el 11 de junio del 2007 al inaugurar en la Basílica de San Juan de Letrán el Congreso de la Diócesis de Roma titulado "Jesús es el Señor. Educar en la fe, el discipulado y el testimonio".

[7] De su discurso a los profesores y estudiantes de los Ateneos Pontificios Romanos, Ciudad del Vaticano, 26 de Octubre del 2007.

[8] Emanuela De Nunzio, ofs. Pertenencia a la OFS. Premisa. Crisis del sentido de pertenencia en la realidad post moderna. Capítulo General de la Orden Franciscana Seglar, 15-22 noviembre, 2008.

[9] S.S. Benedicto XVI, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración. p. 107; Septiembre 2007. Ed. Planeta, México.